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¿Qué es una transfusión de sangre?

 

Los pacientes con cáncer a veces necesitan transfusiones para mantener o aumentar el transporte de oxígeno a los tejidos, detener o evitar una hemorragia, corregir las alteraciones de la coagulación o aportar derivados plasmáticos (como albúmina o inmunoglobulinas). Hay que tener en cuenta que una transfusión, es un tratamiento transitorio, es decir, que si no se corrige la causa es muy probable que te vuelvan a transfundir. Además, es un tratamiento personalizado porque según la clínica que tengas junto a los resultados analíticos, tu médico decidirá si se realiza la transfusión.

 

Antes de iniciar la transfusión, necesitamos una muestra de sangre, que se enviará al servicio de transfusión de tu hospital para realizar las pruebas de compatibilidad. Siempre antes de empezar a transfundir, hay que comprobar que el componente sanguíneo va a ser administrado al receptor correcto.

 

La vía de administración es intravenosa y suele durar aproximadamente de una a dos horas, dependiendo del componente y la cantidad que se necesite. Durante todo el proceso tendrán que ir controlándote la tensión arterial, la temperatura, el pulso y la saturación de oxígeno.

 

En situaciones de extrema urgencia, como no da tiempo a realizar el grupo sanguíneo del paciente, se podría transfundir concentrados de hematíes O negativo (los donantes O negativos son donantes universales, es decir, que su sangre sirven para todos los grupos). También existe el receptor universal, son los pacientes con grupo AB porque pueden recibir glóbulos rojos de cualquier grupo.

 

La transfusión sanguínea puede producir algunos efectos no deseados, son las llamadas reacciones transfusionales. Antes de indicar la transfusión, tu médico debe valorar si la necesitas y explicarte los riesgos y beneficios que se quieren conseguir. Debes preguntarle todas las dudas y cuando lo entiendas todo, tú o la persona responsable, tendrá que firmar el consentimiento informado.

 

La transfusión suele ser bien tolerada, aunque a veces, se producen reacciones transfusionales. Son una reacción entre tu sistema inmune contra algo de lo transfundido. Las más frecuentes son: febrícula, fiebre, dolor de cabeza, nauseas, reacciones alérgicas (aparición de habones, picores…). Cuando esto ocurre, se debe parar la transfusión, administrar el tratamiento apropiado según los síntomas y valorar volver a iniciar la transfusión.

 

 

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